"No hay necesidad de someterse a las circunstancias hasta el punto de convertir la vida privada en un caos y en una pocilga. La guerra puede seguir siendo la guerra, pero mi casa seguirá siendo mi casa..." Ilya Petrovich Dementiev se muestra en su diario así de contundente e impasible frente a las noticias que lee ávidamente sobre los primeros compases de la Gran Guerra. Por suerte no ha tenido que ir al frente y la vida de este contable de San Petersburgo sigue a pesar de que en su casa todos están pendientes de su cuñado, que lucha en las trincheras contra los alemanes. Ilienka llega a acusarse de "pusilánime y egoísta" por su morbosidad e íntima insensibilidad -verdadera ceguera- ante la guerra. "Y yo me siento algo extraño, no sé si me he acostumbrado a la masacre, o finalmente lo he aceptado, pero miro todo mucho más tranquilo, lees de pronto: «¡Diez mil muertos! ¡Veinte mil muertos!»... y te fumas un cigarrillo con tranquilidad..." Parece que no hay nada que lo haga tambalearse pero... "¡Qué bien que tengo este diario y puedo, sin dármelas de caballero andante, sin temor y sin reproches, reconocer de forma completamente abierta el sentimiento de miedo insoportable que me domina!" Poco a poco, los acontecimientos le harán gritar: «¡Dios mío! ¡Todo esto es la guerra! ¡La guerra!»... Me olvidé de que estaba en Petersburgo, me olvidé de que estaba de pie en un puente, me olvidé de todo lo que me rodeaba y tan sólo vi la guerra, toda ella." FRANJA Mediante el diario de uno de esos extraños héroes de Andréyev, siempre absortos en su ceguera moral y en un egoísmo que roza la abyección, El yugo de la guerra es una de las grandes novelas de retaguardia de la Primera Guerra Mundial. Escrita en 1916, en medio de una intensa actividad periodística y recibiendo las cartas desde el frente de su hermano Andrei, Andréyev parece intentar domeñar la desastrosa situación escrutando a su personaje e intentando averiguar si realmente ninguna guerra puede enturbiar las verdades más valiosas sobre el hombre. DEBAJO DE LA FRANJA «Andreiev, un viejo amigo, un amigo de la infancia. Un inmenso escritor.» Milan Kundera «O me lo parece a mi
o la gente es un poco hipócrita. Por un lado todos parecen maldecir directamente la guerra con su crueldad y su sangre y por otro lado chasquean la lengua con un extraño placer.» El yugo de la guerra