La gestión del agua es hoy uno de los capítulos relevantes de la acción política, siendo los trasvases intercuencas las operaciones más espectaculares en el campo de la distribución de este recurso. Al enfrentarse el autor al estudio de la problemática que suscita el trasvase del Ebro, descubre que la polémica que lo rodea es consecuencia sobre todo de la inexistencia de una doctrina adecuada que guíe la toma de decisiones en este tipo de actuaciones. Cuestión esta que se aborda en el libro estableciendo que un trasvase debe ser tratado como aportación del insumo agua al desarrollo de los territorios concernidos, y hacerlo sometiéndose a los principios de disponibilidad según la naturaleza del agua y en coordinación con el resto de los parámetros del desarrollo. Así, en la confrontación en una cuenca cedente entre la demanda para el desarrollo de su territorio y las disponibilidades potenciales del recurso se puede llegar a establecer si existen caudales sobrantes a trasvasar. Aplicada la doctrina al río Ebro se concluye que solo en términos hidráulicos está por determinar la existencia de caudales sobrantes, lo que requiere calcular previamente los caudales regulados finalmente disponibles y la demanda de agua para el total desarrollo de la Cuenca, magnitudes estas que hoy estamos lejos de conocer. Por último, no se puede asegurar tampoco la demanda que Aragón necesita para su desarrollo potencial, siendo presumiblemente un desarrollo prioritario dado su valor geopolítico en el contexto español. En resumen, el autor reclama un cambio profundo en la política hidráulica.