Estás ante un libro de aventuras. Pero en lugar de piratas, tesoros y dragones, hay personas como tú, acechadas por el tiempo del tigre. El tiempo interior, el del instinto, el de las voces que nos habitan y que no solemos escuchar más que en momentos definitivos. Momentos que pueblan este conjunto de historias donde mujeres y hombres dan un paso más allá, cruzan la línea de la obviedad y se topan con su propio destino. Absorbentes, inesperadas y cortantes, como flechas surgidas en la espesura de la selva, las historias que componen El tiempo del tigre tienen algo de esa iluminación profana de la que hablaba Piglia; algo de esa visión instantánea que defendía Rimbaud: la que nos descubre lo desconocido en el corazón mismo de lo inmediato. Todos los relatos están atravesados por la difusa línea que une y enfrenta infancia y edad adulta, España y América latina. Junto a otras fronteras sexuales, perceptivas, morales y vitales, que laten en el interior de las historias. Con una prosa afilada, en la que la risa, la emoción o el temor, sacudirán al lector desde la perplejidad y el desconcierto. El tiempo del tigre apunta a esa otra realidad, misteriosa, que no encierra la resolución lógica de un enigma, sino el gusto por la sombra. Marcada por las oscuras rayas de tigre que todos tenemos grabadas en nuestra piel. En esa piel que los demás no ven y que, a veces, ni nosotros mismos conocemos.