Nadie vive al margen del dolor y el sufrimiento: todos lo hemos experimentado. Para no dejarnos sofocar por una experiencia tan fuerte, que nos enfrenta a nuestros límites, hay que tomar la decisión de recorrerla, reconocerla, aprender a relatarla y dejarse transformar por ella. No es un proceso fácil, pero resulta de gran ayuda pedir apoyo y compartirla. La relación auténtica con el otro da un nuevo sentido al sufrimiento y pone de manifiesto todo el potencial creativo que nos ofrece para salir del caparazón de nuestros propios miedos.