Roberto Zapperi habla del destino de un nativo de Tenerife, afectado por una rara enfermedad. Un vello largo como una segunda piel cubría su cara y su cuerpo, dándole el aspecto de un animal. La historia comienza en la primera mitad del siglo XVI y continúa en la corte francesa del rey Enrique II, al cual había sido entregado Pedro González cuando aún era un niño. El rey hizo posible que estudiara y en París se casó con una bella francesa, que le dio hijos velludos como él. Los disturbios políticos condujeron más tarde a la familia a Italia, a la corte de los Farnesio en Parma y Roma, hasta que su hijo mayor, finalmente, proporcionó un alojamiento a sus padres y hermanos en un pueblo apartado, en el lago Bolsena, donde por fin pudieron llevar esa vida normal que su anomalía les había negado. La línea sutil y frágil que separa al hombre del animal y la irresistible fuerza de atracción de esos dos polos, es el hilo conductor que encontramos a lo largo de todo el libro. Se cuenta en él cómo los príncipes le daban protección al hombre peludo, exhibiéndolo, sin embargo, al mismo tiempo como a un animal salvaje.