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Ninguno de estos textos fue escrito para un libro, ni este ni otro, más bien llegaban, algo me hablaba, algo o alguien hablaba o callaba, y fui respondiendo hasta que, como suele pasar, por sí mismos y en uno mismo, los textos, los poemas, los sonidos o los colores, comienzan a arracimarse, o como islas se van conformando archipiélago, o como árboles bosque. Si pienso cuál es el tema, el agua que los aúna, qué es lo dicho o lo callado que los reúne libro, diría que es la creatividad, el insondable misterio del paso del no estar al aparecer, el misterio al que una y otra vez, y esta vez de nuevo, intento asomarme, el que intento deletrear. »Algunos textos hablan de pintores, otros de místicos, de escritores o simplemente de lo ignorado, ese otro y más ancho mar, en todos hay palabras, por eso en uno de ellos me declaro discípulo de las palabras, de la enseñanza de ellas, de las que he escuchado, lo que busco contarles. Son varias las fuentes de estos textos, pero de nuevo, nacieron desde lo seminal de esos creadores, de los verdaderos, los que nos dan con su obra algo de la levadura de la que nacieron y no simplemente el pan ya cocinado, el que inevitablemente el tiempo seca, el que termina siendo el moho que lo termina de comer...» (del prólogo).