En el mundo global de comienzos del siglo xxi, con economías y sociedades más complejas e interdependientes, con fronteras nacionales más porosas, necesitamos construir nuevos marcos narrativos que permitan entender la convivencia de las sociedades plurales en las que vivimos. La ciudadanía del mundo occidental atlántico reclama, además de justicia e igualdad, el reconocimiento de sus diversidades, el derecho a la diferencia, el respeto a las minorías, la aceptación de la pluralidad. Las identidades nacionales y las representaciones derivadas de ellas, tan propias de la modernidad impulsora del siglo xix, deben ser repensadas a la luz de las categorías analíticas de la crítica poscolonial: subalternidad, diáspora y cosmopolitismo, desnaturalización, identidades híbridas... Un mundo nuevo requiere una narrativa reinterpretada, revisada. Revisitar, repensar el pasado nos proporciona libertad para comprender el presente, percibir lo que todavía somos, pero también lo que hemos dejado de ser: de este modo, seremos más capaces de imaginar posibles futuros alternativos. Precisamos de nuevos relatos que, aun cuando se antojen ilusorios en estos tiempos de posmodernidad, alienten la construcción de marcos jurídicos y sociales que garanticen la convivencia en la pluralidad y la diversidad. El reconocimiento de las diferencias es la llave para imaginar sociedades plurales en libertad. La paz no se consigue con el reconocimiento de una sola libertad, el autoritarismo ni la violencia, sino con el entendimiento y el diálogo.