Según una larga tradición, Pitágoras fue el inventor de la armonía, entendida en un doble sentido: como una relación de una serie limitada de sonidos musicales y, con más amplitud, como una doctrina de la inteligibilidad del mundo natural. Este libro investiga los dos aspectos de la invención atribuida a Pitágoras. Trata de mostrar cómo, desde el periodo antiguo al medieval y el moderno, el análisis de los sonidos en términos de cantidad proporciona un modelo para la indagación cosmológica. Esa indagación, que podría constituir el primer ejemplo de lo que conocemos como ciencia, descansa en una práctica sencilla: una transcripción del mundo en unidades matemáticas. En este sentido, el proyecto pitagórico consiste en leer y anotar con la intención de descifrar y transcribir las señales escritas en el gran y, a menudo, abstruso libro de la naturaleza. Podríamos decir que la noción sobre la que descansa esa práctica de representación es la letra, si tomamos el término, en el sentido antiguo, como si significara un elemento mínimo de la inteligibilidad y añadimos que esos elementos mínimos son cuantitativos en la naturaleza. El mundo podría ser descifrado si se resolviera en tales letras: ésta sería una manera de expresar una perdurable apuesta pitagórica.