Poner el punto sobre la i, es decir, terminar algo, pero también aclarar algo. Y no es que el autor pretenda, en los textos que integran El punto sobre la i, ni terminar, ni mucho menos aclarar, las frases que le sirven de materia prima, frases terminadas que explican bien lo que su autor quiso decir, desde Lao Tse hasta Milton Friedman, desde Aristóteles hasta Ayn Rand, desde Tácito hasta Murray Rothbard, desde Federico Bastiat hasta Manuel Ayau, y un largo etcétera. La intención del autor no es redondear o esclarecer las frases que le sirven de materia prima sino usarlas como pretexto para reflexionar en torno a la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, que hoy se ven amenazadas por los gobiernos que pretenden desde preservar al gobernado de todos los males (gobierno ángel de la guarda) hasta concederle todos los bienes (gobierno hada madrina), siendo que el gobierno que respeta la libertad, la propiedad y la responsabilidad debe limitarse a preservar al gobernado del mal de la delincuencia y, de fallar, concederle el bien de la justicia, reconociendo que la lucha a favor de todos los otros bienes, y en contra de todos los otros males, es responsabilidad de cada quien, tal y como debe ser en una sociedad de hombres libres. El punto sobre la i ayuda a desenmascarar a los gobiernos ángeles de la guarda y hadas madrina, proponiéndole al lector argumentos a favor de la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, los tres pilares de la convivencia civilizada.