A las muchas obras de Chiara Lubich (1920-2008) publicadas cuando aún estaba entre nosotros, se añade ahora una selección póstuma de cartas, un género literario especialmente idóneo para desvelar la auténtica personalidad de quien escribe. El libro contiene 60 cartas escritas por Chiara entre los 23 y los 29 años de edad. Cartas que no son un tratado, tampoco son fruto de una elaboración conceptual ni fueron escritas para ser publicadas, pero, por su fuerza profética, se revelan como una de las grandes experiencias espirituales del siglo XX. Pero además, ahora que conocemos el intenso papel que Chiara ha desempeñado en el campo eclesial, ecuménico e interreligioso , cuando uno lee estas cartas, en lugar de sentirse lejos de ella, como si habitase en regiones inaccesibles a la generalidad, la siente muy cerca, «una de nosotros». Resulta convincente en su decidida aserción: «En esta vida que pasa como un relámpago, un sola cosa […] le tenemos que pedir a Dios: amarlo» (C 14). Y la consecuencia lógica es que uno siente hasta qué punto la unidad del mundo es un objetivo perseguible por todos y vocación segura del cristiano.