Un libro que debe leerse como el autocuestionamiento crítico de un escritor familiarizado con muchas tradiciones literarias, con sus mitos y sus literaturas, pero también con nuestra actualidad libresca que, con irónica lucidez, Labra analiza, interroga y cuestiona: «El escritor no es un deportista y la literatura tampoco un deporte; de ahí que el lector sensible se sienta degradado ante los grotescos campeones de la escritura».