Cada persona, durante su vida, cultiva una relación estrecha con su nombre propio. Sin embargo, el nombre además ya es portador de relaciones muy intensas: por ejemplo, establece la relación del sujeto con el cuerpo social, a veces incluso vincula al sujeto con entidades del espacio mítico. ¿Quién otorga el nombre? ¿Qué obligaciones se imponen al sujeto con el nombre? ¿Por qué nos sentimos representados por nuestra firma? ¿Qué añade el artista a su obra al plasmar su rúbrica? Entre los antiguos egipcios y chinos, en Mesopotamia, entre los mayas; con la escritura siempre ha surgido la representación del nombre propio, y gracias a ella tenemos la oportunidad de indagar en su desarrollo. La escritura de los nombres propios ocupa un lugar muy especial en la historia de la comunicación escrita ya que no transmite un mensaje, sino que permite apreciar cómo los miembros de una sociedad son individualizados por medio de combinaciones verbales y su representación gráfica. El objetivo de este libro es mostrar la gran variedad de formas en que se presenta la escritura del nombre propio a lo largo de la historia, tanto en las civilizaciones que usan los ideogramas como en las que usan el alfabeto. Los estudios de este volumen analizan las sorprendentes peculiaridades del nombre propio desde la antigüedad en Oriente y Occidente y muestran su evolución a lo largo del Medievo y hasta el presente. Los autores se ocupan de cuestiones como la legitimación del poder o la definición de posiciones subalternas a través de determinados apodos, las prácticas de la firma en documentos, la introducción del uso de apellidos, la función del nombre en el sistema electoral, la evolución de la firma en obras de arte o el uso de sobrenombres burlescos en la prensa política, entre muchos otros aspectos.