Sobre los patios de las casas llueven tantas pinzas que es imposible saber de dónde vienen. Quizá del primer piso, del último, o desde las nubes más altas, donde viejos dioses tienden sus prendas para que bailen con el viento. Ésta es la historia de una bandada de gorriones que sobrevolaban la casa de doña Amelia, mujer gruño­na y defensora de su hermoso patio; del dios Ramón, que tuvo la mala suerte de vivir justo encima; y de una pinza de madera que cayó donde no debía.