Calificado como «papa de las sorpresas», Francisco «no encaja en ningún modelo de política eclesial, ya sea liberal o conservador. Representa un nuevo comienzo en la larga historia de los papas y, justamente en cuanto tal, es para muchas personas una esperanza y un regalo del cielo». Francisco une la continuidad con la gran tradición de la Iglesia, por un lado, y la renovación y las sorpresas siempre nuevas, por otro. Entre estas se cuenta el programa de una Iglesia pobre para los pobres, que a algunos les incomoda hasta el punto de alzar la voz contra él. Pero no es un programa liberal, sino un programa radical. Radical, porque brota de la raíz y representa una revolución de la ternura y el amor. Desde este trasfondo, Walter Kasper se aproxima a un pontífice que encontró, a los pocos días y semanas de ser elegido, un elevado grado de aceptación en la inmensa mayoría del pueblo de Dios y mucho más allá de él. Consciente, sin embargo, de que no faltan voces críticas, Kasper ilumina las raíces teológicas y las perspectivas pastorales de este pontificado, poniendo de manifiesto las nuevas posibilidades que se abren en varios temas clave, entre otros: el Evangelio como origen, fundamento y fuente de la alegría; la misericordia; la eclesiología del pueblo de Dios; las perspectivas de renovación eclesial; la visión ecuménica; los nuevos acentos en el diálogo interreligioso; el reto de la pobreza en el mundo actual. Y concluye con estas palabras: «Más allá de la ideología reaccionaria y la utopía exaltada está el realismo cristiano de la alegría del Evangelio. Su mensaje escatológico de esperanza se hace real ya ahora de modo simbólico y ejemplar en varones y mujeres santos, que en su mayoría pasan desapercibidos. Lo que el papa propone es el camino humilde de las personas creyentes, capaces de desplazar continentes y mover montañas (cf. Mt 17,19; 21,21). Un poco de misericordia puede cambiar el mundo».