Pocas veces un nombre es tan evocador de un tiempo y de una forma de ver el mundo como lo es el de Feijoo en relación con la Ilustración hispana. La firme creencia en la capacidad de los hombres mediante la razón, el rechazo de la superstición y la mojigatería, la defensa de la igualdad entre los hombres o el vehemente alegato en pro de la cultura hacen de la obra y la vida de este polifacético filósofo la perfecta encarnación del espíritu de las Luces. No hubo un tema sobre el que no escribiese, una cuestión sobre la que no opinase o un asunto sobre el que no se interesase de suerte que –con una lucidez poco frecuente- Feijoo se convirtió en la conciencia crítica de la España de la primera mitad del siglo XVIII. Las ideas de Feijoo corrieron impresas por Europa y la América hispana y alimentaron el espíritu crítico de quienes -bebiendo en la Ilustración- pusieron punto final al Antiguo Régimen, inaugurando así un nuevo tiempo. Nuestra historia contemporánea, nuestra forma de ver el mundo, nuestros más hondos principios, no pueden entenderse sin tomar en consideración el legado de este inmenso agitador de conciencias, y por ello su vida y su obra continúan siendo en nuestros días un soplo de lúcido aire fresco… Feijoo refuerza la creencia en la razón y en la capacidad transformadora de la educación. Empero, transcurridos dos siglos y medio de su fallecimiento y pese a los centenares de trabajos publicados en torno a muchas de sus apuestas intelectuales, a los estudiosos de su obra le han merecido una atención totalmente marginal las preocupaciones jurídicas feijonianas , pese a que el Derecho constituye uno de los aspectos más cabales del espíritu de un pueblo