En el primer tercio del siglo XIX, el joven Antonio Rosmini simultanea su interés por la especulación filosófica con el aliento a la fundación de nuevas instituciones apostólicas en la Iglesia. Su propósito intelectual es superar las tendencias de pensamiento que se divulgan en Europa, ofreciendo una vía novedosa capaz de rebasarlas. Convocado a Roma para auxiliar en los conflictos políticos que asolan la Italia de la época, su figura le hace acreedor a una vaga promesa de la púrpura cardenalicia. Sin embargo, los acontecimientos de 1848 imprimen un brusco giro al contexto histórico en que ocurre su peripecia vital. Insensiblemente, Rosmini es alejado de la corte pontificia y se incoa un proceso a sus obras, bajo la doble acusación de alentar a los adversarios del papado y de sostener proposiciones cercanas a la herejía. En un libro apasionante y gobernado por la ponderación, Marie-Catherine Bergey ha sabido desentrañar la compleja trama histórica y social tejida en torno a la personalidad de Rosmini, cuya figura y obra han sido rehabilitadas recientemente por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Una aproximación honda y serena a un momento decisivo de la historia contemporánea de Europa y de la Iglesia, encarnado en la peripecia vital de un hombre que acertó a responder con prudencia sobrenatural a una dificil circustancia.