Galicia era en la Alta Edad Media un reino de granito y pizarra, bañada por mil ríos. En uno de ellos, el que discurre por las proximidades de Compostela, el Ulla, encontramos la primera referencia al paso por esta tierra del maestro Mateo, una de las grandes figuras del románico en su camino hacia el gótico. De su vida personal, poco o nada sabemos; solo pequeñas insinuaciones que la historia nos ha dejado y que nos permiten imaginar un artesano dedicado a su trabajo en una época llena de sobresaltos, en la que la luz de la inteligencia buscaba su lugar en el mundo. Mateo fue escultor, arquitecto, albañil… un hombre que labró a golpe de mazo y cincel una de las obras más admiradas de nuestro románico tardío: el pórtico de la Gloria. Sin embargo, la ausencia de detalles certificados no nos impedirá buscar, entre las rendijas de la historia, al hombre y al artista que dejó su huella en una tierra que lo hace suyo, independientemente de su lugar de procedencia.