Michel de Montaigne, David Hume y Michael Oakeshott representan en la historia del liberalismo a la tradición del escepticismo político. Una perspectiva prudente y precavida respecto de los desastres que puede desencadenar en el ámbito público una mente prevalecida de la verdad que alberga. Los argumentos de esos tres autores constituyen más que un cuerpo de doctrina, un temple intelectual, el fundamento de una orientación moral hacia la política donde reposa, y esta es la tesis del libro, uno de los significados antropológicos más profundos y elaborados del moderno Estado de derecho.