El jardinero apasionado es un híbrido raro y ejemplar, parte ensayo, parte manual, parte tratado, parte investigación, nos ofrece la mirada experta de un naturalista, la comprensión disciplinada de un filósofo y la inspiración de un poeta. Rudolf Borchardt era, de hecho, todo esto, y también novelista, dramaturgo y traductor de renombre. En su obra redescubre la centralidad del jardín como imagen, reflejo y metáfora de la conciencia humana. Y a través de una cuidadosa consideración de la flor, describe las perspectivas históricas, literarias, botánicas, psicológicas, sociológicas y ambientales de la invención de la jardinería ornamental en los siglos XVIII y XIX. La intención de Borchardt es nada menos que desvelar las complejas dinámicas a través de las cuales la naturaleza y el ser humano se relacionan entre sí. Percibe que la flor, el ser humano y el jardín en el que se encuentran son obras sujetas a una constante transformación y representan la expresión de las posibilidades infinitas de la naturaleza. El jardinero apasionado es también la historia de los intrépidos exploradores que salieron en búsqueda de nuevas flores desconocidas; de los botánicos que las estudiaron; de los horticultores que luego refinaron sus formas y colores; y, finalmente, de la fusión de tradiciones romanas, persas, orientales, italianas, francesas, austriacas, inglesas, africanas y americanas al servicio de un ideal humano y estético común. Su libro, erudito y minucioso, es la obra goethiana por excelencia basada en la afinidad electiva entre la planta y el alma humana. Borchardt la escribió en Italia en el verano de 1938 y no llegó a verla publicada. Rudolf Borchardt nació en 1877 en Königsberg, en la Prusia Oriental, y murió en 1945 en el pueblo tirolés de Trins, en el sur de Austria. Estudió arqueología, teología y filología clásica y oriental en las universidades de Berlín, Bonn y Göttingen. En 1898 entra en contacto con Stefan George y Hugo von Hofmannsthal, encuentros que representaron un punto de inflexión en su carrera literaria. Estuvo intensamente involucrado con la escena literaria alemana contemporánea, especialmente en el período anterior a la década de 1930, como testimonia su copiosa correspondencia con Hofmannsthal y Martin Buber, entre otros. Su pensamiento siempre fue conservador: las ideas e ideales del siglo XIX continuaron dominando su visión de la vida, de la historia y de la literatura.