Hermógenes W. tiene el ojo derecho de color azul y el izquierdo verde y es inspector del cuerpo de recaudadores. Su misión: recaudar el dinero de los contribuyentes de la ciudad de Boronburg. Cuando baja del tren nadie le recibe en la estación y cuando llega a su hotel nadie le recibe en la recepción. Telefonea al Ayuntamiento y una voz le informa: «Aquí no hay nadie», y cuelga. Cuando cae la noche comprueba que en ninguna ventana se enciende la luz. ¿Está en una ciudad fantasma? ¿Todos los habitantes han huido ante una catástrofe inminente? ¿Ha habido una epidemia? La publicación de esta novela póstuma es el mejor homenaje a uno de los narradores más excéntricos y poderosos que ha dado la literatura española contemporánea. «Se le recuerda como un monstruo amable. Pero como dijo César Aira (otro que tal), el monstruo es una especie que consta de un solo individuo, es la especie sin posibilidad de reproducirse, de ahí que permanezca único para toda la eternidad, absolutamente histórico, absolutamente moderno. Tal es el privilegio de Tomeo» (Ignacio Echevarría, El Cultural).