Érase una vez un hipoceronte que vivía apartado de los demás animales de la sabana. Su madre había salido corriendo al verlo nacer, asustada de haber engendrado semejante monstruo. Como todos se burlaban de él, pronto el hipoceronte decidió marcharse lejos, y sólo se detuvo al llegar a la orilla del charco Mediovacío. Allí construyó su nuevo hogar y le ocurrieron muchas aventuras.