El hinduismo es la tradición espiritual y metafísica, aún viva, más antigua de la Tierra. No depende de ningún mesías ni profeta, ni de la historicidad de persona alguna. Tampoco depende de un único libro sagrado (a pesar del respeto que se les otorga a los Vedas), ni de una única doctrina o dogma, ni de un único culto, práctica o camino; ni tan solo depende de una sola forma de entender la Realidad. En la raíz misma del hinduismo se halla el profundo reconocimiento de la sacralidad de toda forma, nombre, acción y ser; la sacralidad del universo, la tierra, la naturaleza, los animales, los árboles, los ríos y las montañas; y, conviene resaltarlo, la sacralidad de nuestra propia esencia, el reconocimiento de que la totalidad del cosmos es el reflejo de la Realidad Absoluta. Los pilares de la tradición hindú son valores tales como el contentamiento, la austeridad, la veracidad, la fortaleza, el discernimiento, el no dañar, la entrega, la devoción y la nobleza. El hindú sacraliza su vida con el apoyo que le ofrece la tradición, ya sean los diversos rituales, los mantras, el estudio de los textos sagrados, la práctica del yoga en sus diversos aspectos, la devoción por la divinidad, la meditación profunda y, especialmente, el reconocimiento de la realidad del atman en todo lo que existe. En un universo donde todo es cambio, el dharma permanece eternamente.