Un profeta de la modernidad Colores fuertes y figuras sinuosas Doménikos Theotokópoulos, apodado El Greco (1541–1614), nació en Creta en 1541. En 1566 llegó a Venecia, donde recibió las influencias de Tiziano y Tintoretto. Más tarde ofreció al papa volver a pintar el Juicio Final de Miguel Ángel con el espíritu de la Contrarreforma, provocando tal escándalo entre los artistas romanos que tuvo que olvidarse de proseguir su carrera en Italia. El Greco se trasladó entonces a España, concretamente a Toledo, donde recibió numerosos encargos de la Iglesia y la nobleza. De 1586 a 1588 creó una obra capital de la pintura europea, el monumental El entierro del conde de Orgaz, para el altar de la iglesia toledana de Santo Tomé. El Greco limitó su gama de colores a un reducido número de matices que aplicaba de manera muy expresiva, con una predilección evidente por el púrpura pálido, el rosa y los tonos amarillos y grisáceos. Situó los hechos iconográficos en espacios que dramatizó valiéndose de la luz y de fenómenos atmosféricos. Su obra tuvo una repercusión inmensa en el arte, incluida la pintura moderna del siglo XX. Paul Cézanne y más tarde Pablo Picasso y los expresionistas consideraban a El Greco un profeta de la modernidad.