El Glotón no ama la comida y la cocina, sino el placer de comer y cocinar. Este amor excesivo, que algunos creen pecaminoso y miran con repulsa, refleja la actitud del Glotón hacia la vida: algo que hay que comerse a bocados y devorar a dentelladas. Joaquín Jesús Díaz nos presenta el desenfreno del Glotón como una boca voraz que se alimenta de palabras y habla a través de los alimentos. Una existencia bajo el signo del arte feliz de comer y la cocción delicada de la palabra.