Diego Rodríguez de Silva y Velázquez destaca ya de aprendiz por su genial talento. Sevilla habla del joven pintor abierto a lo mejor de las nuevas corrientes que llegan de Italia. Felipe IV le da protección y afecto. La corte se asombra ante sus cuadros y le aprecia por su alto sentido moral, su discreción, su ingenio. La obra de Velázquez es la de un humanista cristiano. Sus ojos de pintor buscan en cada modelo la verdad y la humanidad en la que estriba su belleza.