Un gato normal y corriente, tal vez un poco travieso y con el pelo muy enmarañado, un buen día se queda hechizado. Pero no se queja: es muy posible que esté embrujado, o quizás que se haya quedado prendado de una gatita. Entonces le pide a su amiga, la bruja, que le enseñe la profesión de mago o, como mínimo, cómo preparar cierta poción