Julia es historiadora, y desde hace años participa cada fin de mes en una tertulia con tres viejos amigos. Se decide a comentarles su último trabajo, un libro donde reflexiona sobre el arte y la violen cia a través de biografías como la de Goya, con su destierro y muerte en Burdeos. Inmersa en sus investigaciones, la conmociona un hallazgo: las memorias de un oscuro poeta y profesor represaliado tras la guerra civil española, en cuyas páginas se reflejan los mismos temas del libro que está escribiendo. A través de toda la novela se entrelazan tres voces narradoras: la que nos relata esas tertulias, la de los recuerdos de ese poeta olvidado y la del libro que Julia va escribiendo. Entre los nudos e intersecciones de esas tres voces, el lector tal vez halle algunas respuestas a esas preguntas abiertas. La configuración de El faro y la noche, como un sistema de cajas chinas o muñecas rusas, de relatos dentro de relatos, recuerda que el espejo de Stendhal ha ce much as décadas que se rompió en pedazos y nos dejó sólo fragmentos; recuerda también que ya Unamuno y Menéndez y Pelayo defendieron la novela como espacio para el pensamiento y la poesía, más allá de la adocenada sucesión de acontecimientos que postula un tradicionalismo aún vigente.