El placer que te proporcionará saborear este libro te creará algunos problemas e interrogantes que se quedarán rondando en tu mente. No son verdades opuestas placer y dificultad. Cuanto más cuesta una cosa, más placer produce obtenerla. Lo fácil suele ser vulgar, inmediato. Y todo ello te sucederá cuando observes que el redactado del texto es fluido; y justamente por la confrontación entre la aparente tranquilidad con la que está escrito y lo sustancioso de su contenido (fruto de muchos años de trabajo riguroso), la intriga llegará a tu alma. ¿A qué tarea te estás enfrentando? A la de entrar en una cueva interpretativa de muchas facetas. Estás situado frente a un dilema que se origina en la pregunta por tu capacidad o imposibilidad de compartir el interés que tiene mirar la obra de Judd. Si aceptas el desafío, inmediatamente te encuentras con otra interrogación: si tu mirada y la del artista son iguales. Y como ello es imposible –porque no vives en la Nueva York de los años sesenta del siglo pasado, porque seguramente no seas artista, y si lo eres, para ti el Minimal Art ya pertenezca a la prehistoria, porque tienes otra cultura o formación, etc.– tendrás que prepararte para el choque que te va a provocar lo que vas a leer en este libro.