Cuando, hace unos años, muchos países se preparaban para legislar sobre técnicas de reproducción asistida, experimentación embrionaria y células troncales, se generaron sofisticadas argumentaciones con el objetivo de debilitar el estatuto ético del embrión humano, de modo que el público se convenciera de que esos embriones no eran propiamente hablando seres humanos. Se forjó así la imagen de un embrión ficticio.