LA LITERATURA ÁRABE, que gracias al Islam tuvo una amplia difusión geográfica, se presenta en forma ya casi perfecta en el siglo VI. Sus comienzos están localizados en el paisaje desértico de las llanuras de Arabia septentrional y en las montañas del Yemen, en el ambiente de las tribus nómadas que tienen como única riqueza los camellos y las ovejas, y que adoran de modo supersticioso a divinidades indeterminadas. Hija del desierto y nutrida por la soledad y la nostalgia, impulsada por el amor y la melancolía, sostenida por la audacia y sobre todo por su belleza, y capaz de imaginar las más sorprendentes imágenes, es indudable que la poesía escrita en la lengua árabe es una de las cumbres de la poesía universal. El mundo libre del desierto entra en su ocaso con la llegada de Mahoma y el surgimiento del Islam. El texto de la nueva religión es el Corán (al-Quran, recitación), considerado por los musulmanes como modelo inigualable e inimitable por haber sido dictado directamente por Dios a su profeta Mahoma. El Corán fija por tanto a lo largo de los siglos los cánones lingüísticos y estilísticos de la lengua árabe. En el periodo omeya (661-750 d. C.) los temas amorosos y políticos asumen particular importancia, mientras que la casida se libera de la fijeza de los esquemas tradicionales. Contemporáneamente, en las prósperas ciudades de la Meca y Medina surge un nuevo género de poesía amorosa, el gazal, inspirado tal vezpor la tradición de los cantores griegos y persas. La poesía lánguida e intimista, impetuosa como los corceles y sobria como los camellos, más propia de los primeros seguidores de Mahoma, va decayendo frente a las nuevas ideas que van imponiendo los abasíes. Bajo su dinastía el Islam alcanza el máximo esplendor en las ciencias y en las artes, haciendo de Bagdad el centro no sólo político, sino también cultural del califato. La producción literaria adquiere un nuevo carácter; las comunidades quedan compuestas por una sociedad urbana, y sus escritos están dirigidos por primera vez a las poblaciones de estirpe no árabe. La casida adquiere un carácter cada vez más ceremonial, se enriquece de tecnicismos y de artificiosidad, persiguiendo la belleza de la metáfora y de los símiles.