El tomate, su cultivo y exportación, era uno de los pilares fundamentales de la economía canaria, primer cultivo por mano de obra empleada y el que aportaba más divisas a la balanza comercial de las Islas, junto con las remesas de los emigrantes. Su declive comienza en los años sesenta, cuando el impacto del turismo y la construcción modifican las condiciones laborales de la población isleña; ya no era posible mantener este cultivo sobre la base de una mano de obra muy mal pagada, en unas condiciones denigrantes y sometida mayoritariamente a contratos de aparcería que les negaban sus derechos como trabajadores por cuenta ajena.