Esta obra trata de explicar por qué, a medida que el progreso técnico se acelera, vivimos cada vez peor; por qué, a medida que los avances científicos se multiplican, el desempleo estructural no deja de crecer y las crisis económicas se hacen más intensas y recurrentes. Con frecuencia, muchos analistas críticos o de izquierdas intentan explicar esta aparente paradoja como una cuestión de voluntades. Por un lado, se encontrarían los ricos, la derecha, en definitiva los «malos» de la película, sedientos de beneficios rápidos y cuantiosos, y capaces de cualquier cosa para lograrlos. Por otro lado, estaría el pueblo, la izquierda, los «buenos» por naturaleza. Con este diagnóstico, es muy seductora la tentación de pensar que si mandasen los «buenos» en lugar de los «malos» las cosas cambiarían a mejor. Pero no cambiarán. Esta es una de las tesis que orientan este ensayo: no es posible que las cosas cambien si antes no comprendemos que los problemas obedecen a una lucha más profunda, estructural, donde las personas están condicionadas por categorías abstractas que pautan su comportamiento. Sin embargo, no es esta la conclusión más terrible (y perentoria) de Alfredo Macías. En El colapso del capitalismo tecnológico se argumenta que desde los años setenta el sistema económico es incapaz de acumular valor real de modo auto-sostenido, y tiene que recurrir cada vez más a la producción de capital ficticio, con lo que tan solo pospone su colapso. En medio del optimismo tecnológico con que nos abruman los medios de comunicación, se nos oculta que la producción de valor ha alcanzado su límite interno absoluto, que el capitalismo sucumbirá como consecuencia del desarrollo de su propia lógica. En este sentido, concluye Macías, la situación es crítica y, si no se evita, el actual sistema económico nos conducirá a un colapso definitivo.