Henry Edward Manning (18081892) es un converso inglés al catolicismo, menos conocido que John Henry Newman (1801-1890), cuya doctrina influyó notablemente en su paso al catolicismo. Como Newman, Manning fue cardenal, y además primado católico de Inglaterra, y su cargo le llevó a protagonizar destacados episodios de la historia social de Gran Bretaña, por ejemplo al apoyar a los huelguistas irlandeses. Con esta biografía intelectual de Manning, el sacerdote James Pereiro, historiador y capellán en la universidad de Oxford, recupera aspectos de su figura que han sido menos advertidos, quizá por la coincidencia en el tiempo con esa otra gran figura del catolicismo inglés. El autodidacta Manning buscó durante mucho tiempo principios religiosos sólidos, y pensó acertadamente que el anglicanismo los tenía. Sin embargo, con lo que denominó iluminación, y en este punto ayudado por la crisis provocada por Newman en el movimiento de Oxford, Manning cayó en la cuenta de que la Iglesia anglicana no era el juez auténtico que pudiera aplicar aquella regla de los principios religiosos que al menos comprendía. Tal autoridad, según Manning, competía al Espíritu Santo, de cuya presencia y acción en la Iglesia es garante sólo el Papa. Convencido de que tal presencia debía ser visible y manifiesta como lo eran los principios, Manning pasó de ser anglicano a primado del catolicismo inglés, y defendió en el Concilio Vaticano I (1870) que se proclamara el dogma de fe de la infalibilidad papal, piedra angular en la que en su opinión se asentaba la infalibilidad de la Iglesia. Lo que estaba en juego, concluye Pereiro, no era una verdad cualquiera, sino la existencia mi ma de la fe. Después del concilio, Manning pudo respirar tranquilo.