No eran poucos los peregrinos que continuaban el viaje desde Compostela por el Camino de Fisterra para llegar a las mágicas tierras de Costa da Morte, al fin del mundo, al Finis Terrae donde los romanos adoraron al sol. Aquí acababa el mundo en el medievo y quizás también lo haga hoy en día. Tanto la ruta del litoral como la del interior se realizaban bien desde Santiago bien hacia esa ciudad, pues eran muchos los peregrinos que arribaban a los pequeños puertos de la Costa da Morte.