Se trata en este libro de mirar y de describir filosóficamente a un gran bailaor, Israel Galván; también de reconocer en su arte contemporáneo un arte de "nacimiento de la tragedia"; de escuchar su ritmo y de reconocer en sus palabras –por lo menos en tres de ellas: la jondura, el rematar y el templar– grandes conceptos estéticos que la estética occidental ignora todavía. Didi-Huberman parte de las soledades del barroco y las soleares del flamenco para concluir en que Israel Galván, cuando baila, nos “ofrece sus propias soledades, como otras tantas paradojas”, de tal forma que su soledad sonora llegue a cada una de las nuestras. La lectura atenta de San Juan de la Cruz y de José Bergamín, así como de cuanto han dicho sobre el toreo Antonio Ordóñez o Pepe Luis Vázquez; pero también las enseñanzas de la filosofía de Nietzsche, Bataille o Deleuze, como la estética de Eisenstein permiten al autor de estas páginas dirigir la mirada hacia esa forma de expresión “humilde, lacónica y de inocente temeridad” que es el baile de Israel Galván. Y es que, como bien dice Didi-Huberman: “Galván baila como respira, aunque a veces nos preguntemos si no se le para el corazón en el fondo de un remate”.