Del mismo modo que Conan Doyle para la creación del genial detective Sherlock Holmes se inspiró –tanto en el aspecto como en el carácter– en su profesor de la Universidad de Edimburgo Joseph Bell, otro profesor, el fisiólogo William Rutherford, sirvió de modelo para el no menos singular profesor Challenger –«una mente privilegiada en un cuerpo de pitecántropo»–, según confesión de su autor. Al profesor Challenger lo conocimos en El Mundo Perdido (El Club Diógenes, 41), novela que se puede considerar fundacional del «género de dinosaurios» y «mundos perdidos». En el presente volumen se han reunido las otras tres aventuras del profesor Challenger: la novela corta La zona ponzoñosa y los relatos La máquina desintegradora y Cuando la Tierra lanzó alaridos, excluyendo la novela El país de la bruma, pues en ella Challenger se ha convertido en una mera excusa de Conan Doyle para hacer propaganda del espiritismo.