"Nunca debe un príncipe precipitarse en tomar decisiones y, por tanto, en nada procederá con más comedimiento y circunspección que al declarar una guerra, pues, si de otras decisiones mal tomadas pueden originarse perjuicios, con la guerra se hace naufragar todo bien y se desborda el océano de todas las maldades y ningún otro mal se pega más tenazmente."