La iniciación cristiana no es un mecanismo biológico; es cuestión de gracia y libertad, y por eso constituye un devenir histórico y un diálogo personal. El cristiano no nace, se hace (Tertuliano), el creyente se va haciendo en proceso. Desde esta perspectiva ofrecemos la presente reflexión: Edificar una Iglesia de bautizados. Ya desde el título se sugiere la urgencia de una conversión pastoral de la misma Iglesia que esté a la altura de nuestro tiempo. El gran acontecimiento de la iniciación cristiana se nos desvela como horizonte de posibilidad para comunicar la alegría del Evangelio desde claves significativas. Pero todo ello resultará baldío si no se propicia la novedad que las personas de carne y sangre (los iniciados) han recibido para ponerlo al servicio de la misión de la Iglesia en sí misma y en medio del mundo.