En la línea de la Carta apostólica "Novo millennio ineunte" y en el contexto del Año del Rosario, el papa Juan Pablo II desea con esta Carta encíclica invitar a todos los cristianos del mundo a contemplar el rostro de Cristo en la Eucaristía, y a contemplarlo con María, modelo de relación profunda con Cristo. La Eucaristía, sacramento por excelencia del misterio pascual, es además el centro de la vida de la Iglesia. En ella se cumplen los deseos de unidad fraterna que alberga el corazón humano. Por medio de la Eucaristía, dos mil años después, se sigue reproduciendo la imagen primigenia de una Iglesia unida en torno a Cristo.