Aquí se pone de manifiesto la madurez histórico-conceptual del término «economía». La distinción se presenta para Rousseau como tarea inexorable y, por ello, obvia. He aquí el legado. Además tenemos, por un lado, la «economía doméstica» y, por otro, la «economía política». El destino de este discurso se encuentra así cifrado en la maniobra de tener que dividir y adjetivar algo que hasta entonces era uno y simpre. Es decir: el punto de partida para Rousseau.