El 10 de diciembre de 2010 Bernie Sanders, el aguerrido senador octogenario de Estados Unidos –y curtido– por el estado de Vermont, saltó a la palestra del Capitolio armado con una soflama incendiaria –en cocción avanzada– y, sin prisa pero sin pausa, empezó a declamar una arenga que atrincherado le tuvo en el estrado durante prácticamente todo el pleno.