La gallina de Santo Domingo de la Calzada no es la única que cantó después de asada. Entre los siglos XII y XIV, san Aldebrando de Fossombrone y Andrés de Segni también devolvieron a la vida las aves cocinadas que les habían servido para comer. Lo recoge el Diccionario de milagros que José Maria Eça de Queiroz estaba redactando cuando en 1900 le sorprendió la muerte en París. Utilizando la bibliografía ortodoxa reconocida por la Iglesia católica, el gran escritor portugués sistematiza por temas, ordenados alfabéticamente, los hechos milagrosos más sorprendentes. Y consigue descubrir que más de veinte santos se han distinguido por multiplicar alimentos. A dos les entró en sus bocas un enjambre de abejas sin producirles daño alguno, a más de veinticinco se les ha aparecido la Virgen… Aunque Eça de Queiroz sólo consiguió llegar a la «B», el resultado de su esfuerzo constituye una de las primeras obras fantásticas de la Literatura universal, narrada con técnica absolutamente realista. Juan Lázaro no se ha limitado a traducir la obra, sino que también ha conseguido limpiar las erratas de la edición príncipe, que no pudo ser corregida por el autor, para fijar por primera vez en español la onomástica de los santos.