En la línea de los moralistas de la literatura francesa, de certeros retratistas de su época y de sus contemporáneos como La Rochefoucauld, Joubert, Chamfort o Rivarol, pero también con el humor deslenguado de los bufones y los personajes burlescos de la comedia del arte, Miguel Sánchez-Ostiz reúne en su Diario volátil una colección de máximas y aforismos donde con la mayor agudeza va diseccionando tanto las convenciones e hipocresías sociales de nuestro presente como las zozobras personales ante el paso del tiempo. Entre bromas y veras, con humores varios van compareciendo en Diario volátil desde los restos del naufragio de todo tipo de proyectos vitales encallados a las nuevas fanfarrias y alardes de la «marca España»; de las imposturas del mundo literario a los alardes y más difíciles todavía de la vida política y judicial; del baile de los tartufos a la algarabía permanente de las redes sociales; del precio de la independencia y la soledad a los tributos del toreo de salón y las vanidades de corte. En poco más de ciento cuarenta páginas, a veces vitriólicas, otras veces de un insondable desasosiego, Diario volátil quintaesencia la visión del mundo que Miguel Sánchez-Ostiz, considerado por alguien como Rafael Chirbes como un autor del máximo interés dentro de la literatura española actual, ha ido forjando a lo largo de la caudalosa obra en marcha que Pamiela viene publicando estos últimos 30 años.