Diango vive en un país africano, y por su excesiva fantasía es blanco de todas las bromas; hasta que su tío decide llevarle con él al país de los «tuaregs». Allí conoce a Sermi, un chico orgulloso que se cree el señor del desierto. Con paciencia y valentía, Diango logrará transformar el desprecio inicial de Sermi en una profunda amistad. Ambos chicos llegan así a respetarse y a valorar sus respectivas culturas.