A pesar de sus orígenes religiosos, la imagen del fi n del mundo nunca ha desaparecido totalmente de la historia moderna. Parece razonable vaticinar la inminencia del apocalipsis a partir del momento en que los humanos se han dotado de medios para provocarlo y han dado prueba de su ausencia de escrúpulos ante las posibilidades abiertas por la técnica. ¿Es este ambiente apocalíptico algo más que el síntoma de un periodo de crisis? El resurgir de las imágenes del fi n del mundo traiciona con toda evidencia un sentimiento de pánico: refl eja la conciencia que Occidente tiene de sí mismo en un momento en que, bajo los efectos de lo que precisamente llamamos la «mundialización », su infl uencia tiende a debilitarse. Por otro lado, la creencia en el progreso ha dado paso, en busca de respuestas a las crisis sanitarias, las amenazas ecológicas o el peligro nuclear, a la ansiedad. Este resurgimiento de temas apocalípticos es un síntoma. La disolución moderna de las jerarquías tradicionales ha provocado una nueva preocupación: tener que vivir después del fin del mundo.