El avance espiritual de un cristiano que orienta su vida hacia Dios, se manifiesta lleno de pequeños incidentes en los que la gracia divina alcanza su alma. Superadas las etapas iniciales, el horizonte espiritual muestra -a la vez- promesas atractivas y resistencias enrarecidas. Es el momento de dar un significativo salto de calidad o, por el contrario, de permanecer en un caminar trillado y anodino.