Éste no es un libro de historia que relate la persecución de los judíos por el régimen nazi o la represión insaciable del terror comunista. Tampoco explica las causas del asesinato planificado de millones de personas, ni es la crónica del horror de los campos de exterminio de Auschwitz, Treblinka o otros tantos. Es, en cambio, una conjetura sobre los testigos que, con los brazos cruzados o encogiéndose de hombros, no hicieron nada por evitar la atrocidad. Está escrito con la certeza de que la indiferencia favorece y alienta la persecución, y de que el asesino no sólo es aquel que da el golpe