A comienzos del XX el viaje a Europa era un género tan popular como desgastado. Lo que aporta Edith Wharton es ímpetu y gozo, horror a los caminos trillados, una mirada perspicaz y un bagaje intelectual asombroso. Vida, arte y escritura se alían para contrarrestar los angostos interiores de Vieja Nueva York o La edad de la inocencia, su mundo, al que contrapuso la exaltación del horizonte inabarcable. Una de las primeras norteamericanas en tener coche propio, contagió su pasión por la carretera a su amigo Henry James, que la nombró el “Águila Dorada”. El coche, “en su vertiginoso pasar”, permitía explorar carreteras secundarias, lugares ensimismados y desconocidos. Esta antología de textos de viaje, que recopila la profesora Teresa Gómez Reus, extrae ejemplos de su mirada nada convencional cuando se asoma al Monte Athos, muestra su pasmosa erudición en Italia, Francia o España, o posa una mirada femenina y crítica sobre la sordidez de los harenes en Marruecos, “sepulcros blanqueados”, con “una concepción de la vida sexual y doméstica que se basa en el esclavismo”. España le fascinó desde que la transitara con su familia en destartalas diligencias a la edad de cuatro años. Ya en su madurez hizo repetidas incursiones desde su hogar en Francia, varias de ellas con el gran amor de su vida, Walter Berry. Con él viaja por Cataluña y las dos Castillas, y recorre el Camino de Santiago. Su Viaje por España en cuatro ruedas iba a ser uno de sus últimos libros de viaje que, por desgracia, no llegó a escribir. Algunos de sus breves textos y el diario conciso de las rutas que realizó se han incluido en esta antología como evidencia de su genuina atracción por nuestro país.