Hernández Aguirán motiva y sensibiliza desde la identificación con lo que dice, sin recursos dramáticos ni cargas sentimentales, desde la naturalidad que siempre ha querido izar como bandera vital y desde la certeza de que no tiene más mérito que nadie sólo por no tener brazos. Motivar nunca fue decirnos lo que queremos escuchar, ni enseñar lo que esperamos ver. Motivar es identificarse con el mensaje, no admirar al mensajero. No se trata de lo que un chico sin brazos dice que hace y yo nunca podré hacer; al contrario, es lo que yo, con o sin discapacidad, con mis circunstancias, sean las que sean, no hago, no pienso y no creo, pudiendo hacerlo, pensarlo y creerlo.