En su origen, el pensamiento racional iba más allá de su valor instrumental. Más bien proporcionaba una brújula vital, una comunión con un mundo extraño que nos hacía sentir pequeños en lo físico, aunque engrandecidos en lo simbólico. Es este último ámbito el que nutre una necesidad de conciencia extendida, de integración con la totalidad de lo existente. Una indagación existencial que rompe fronteras arbitrarias entre distintas parcelas del conocimiento. Esta obra pretende proporcionar una visión general de la ciencia, aunque desde un punto de vista espiritualmente significativo.